LA MARCHA RADETZKY – Joseph Roth
Segunda
mitad del siglo XIX, Imperio Austro-húngaro.El capitán Joseph Trotta,
quien salvó una vez la vida del emperador Francisco José I,se topa un
día con un manual escolar que narra la batalla de Solferino (junio de
1859, triunfo de tropas francesas y sardo-piamontesas sobre fuerzas
austríacas): justamente aquella en la que realizó la mencionada hazaña.
Para su sorpresa y posterior enojo, la versión del manual distorsiona
los hechos, amplificándolos y embelleciéndolos con evidentes fines
propagandísticos. Lo que el buen capitán no puede saber es que, así como
el texto adultera para edificación de infantes la historia de su
proeza, el brillo del imperio –del que es un orgulloso súbdito- es sólo
brillo de oropel, apto únicamente para encubrir su sostenida decadencia.
El escritor Joseph Roth (1894-1939) vertió en su novela ‘La marcha Radetzky’
(publicada en 1932) toda la nostalgia que podía sentir por el fenecido
imperio de los Habsburgo. Nostalgia y tristeza: no obstante el
provincianismo de su ciudad natal (Brody, región de Galizia), a pesar de
su siempre problemática condición de judío, y a despecho de haber
firmado artículos como ‘Joseph el rojo’ (el color del radicalismo de
izquierda, antiimperialista; cabe destacar que escribió una serie de
reportajes sobre la Rusia revolucionaria, cuyo tenor fue más crítico que
admirativo).
Roth sirvió en el ejército austríaco durante la Primera Guerra Mundial. Luego se desempeñó como corresponsal en destinos como Berlín, Rusia y París. El alemán fue su idioma propio, en el periodismo y en la literatura. Huyó del nazismo y se estableció en la capital francesa, donde falleció a los 44 años de edad, atiborrado de desencanto y de alcohol.
En un estilo comedido, reacio a estridencias y afanes innovadores (de los que su época era tan pródiga), ‘La marcha Radetzky’ se ocupa de tres generaciones de varones Trotta von Sipolje, el primero de los cuales es el héroe de Solferino. Si el manual de marras hubiese sido redactado en omisión de todo interés ideológico, difícilmente Joseph Trotta hubiese devenido cromo ejemplarizante, dada la escasa espectacularidad de su hazaña: joven teniente de infantería (que no de caballería, como figura en el texto), nunca acudió en auxilio del emperador para liberarlo de un cerco enemigo (que jamás ocurrió), ni tuvo ocasión de propinar sablazos. Tampoco fue herido de un lanzazo en el pecho. Al menos había algo de cierto: Trotta sí que salvó la vida de Francisco José. Ocurrió del siguiente modo: a poco de comenzar la batalla,el emperador se había aproximado a la unidad comandada por el teniente, dispuesto a emplear unos binoculares; el uso demasiado evidente del instrumento podía convertirlo en blanco para tiradores enemigos. El teniente percibió el peligro; sin pensárselo demasiado, puso sus manos sobre los hombros de Francisco José y presionó, haciéndolo caer –obviamente noera ésta su intención, sólo se propasó en la fuerza aplicada-. Acto seguido Trotta cayó derribado por una bala, la que sin su atolondrada acción hubiese dado en el emperador.
La batalla culminó en derrota para el imperio, pero la imaginería imperial se hizo de un héroe.
Como fuere, el teniente Joseph Trotta ha sido ascendido a capitán, condecorado con la máxima distinción y ennoblecido, añadiéndose a su nombre un sonoro Von Sipolje (en alusión a su lugar de nacimiento, una localidad eslovena). Años después, tras enterarse del bulo contenido en el manual, procura por todos los medios (entrevista con el emperador inclusive) el triunfo de la verdad, sin lograr nada salvo confirmar su frustración. Burocracia y propaganda se imponen, y al propio emperador el asunto apenas incomoda. Al fin y al cabo, ninguno de los dos involucrados sale malparado, y son tantas las mentiras que se cuentan que una más, da igual.
Este primer Trotta ennoblecido y su hijo son almas grises. La existencia de ambos es modélica, tediosamente modélica. Sólo el más joven de los Trotta, Carl Joseph (quien protagoniza la mayor extensión de la novela), parece descarriarse por momentos, más por debilidad que por rebeldía. Irreflexivo como es, incurre repetidamente en deslices de juventud. Contrae deudas y está a punto de ser expulsado del ejército, pero su padre, funcionario de cierto rango, obtiene del emperador el indulto. Tratándose de un Trotta, (casi) todo le está permitido. (El emperador, entretanto, ya está anciano, y de primeras cree tener ante sí al hombre que lo salvó en Solferino –es su hijo-.) Vuelto a la senda de la normalidad, Carl Joseph fallece en la Gran Guerra de manera poco conspicua. Nada es propicio a su padre: el nieto del héroe de Solferino ha muerto, la guerra es un fracaso, el imperio se desmembra y el emperador fallece. Muere él también, el funcionario, muy oportunamente –si cabe-, como un símbolo de una época que ha finalizado. Tras su entierro, dice un personaje a otro que “le habría gustado mencionar que el señor de Trotta no podía sobrevivir al emperador”, a lo que su interlocutor responde: “No sé. Yo creo que ninguno de los dos era capaz de sobrevivir a Austria”.
Si los Trotta fungen como símbolo virtual del imperio, la célebre marcha Radetzky (compuesta por Joseph Strauss en 1848) fue un símbolo real, y aunque los protagonistas de la novela se sienten indisolublemente vinculados al país, esta unión y el símbolo representado por la marcha pueden resultarles ominosos. Un mal día, Carl Joseph comete la irreverencia de interpretar la emblemática pieza en el piano de un burdel, mientras ordena retirar de la pared el retrato del emperador. Sí, el mismo Carl Joseph que, en otras circunstancias, pensaba que no había mejor forma de morir que oyendo música marcial, sobre todo la susodicha marcha. Momentos antes de perecer, el joven Trotta cree oír sus redobles iniciales.
Ya está dicho que el estilo de la novela es sobrio. Puede uno incluso atribuirle un cierto anacronismo: parece salida directamente del austero, sólido realismo decimonónico (no se me ocurre mejor ejemplo que el de Tolstói). Sin embargo, ¿no cultivó Thomas Mann un estilo llano, aunque no siempre tan directo? Pues sí. Contundente llaneza y elegancia se encuentran en ’La marcha Radetzky’. Contundente, también, el impulso abarcador. Así pues, la invitación a leer este clásico de la literatura está cursada.
Joseph Roth, “La marcha Radetzky”. Edhasa, bolsillo. Barcelona, 2005. Traducción de Arturo Quintana. 574 pp.
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3 dUTC mayo dUTC 2008 a las 0:42 am
Brillante, absolutamenteb brillante: tanto tu reseña como la elección de una de las novelas que mejor definen la historia y mentalidad de un imperio tan afín a determinados personajes literarios como a realidades históricas.
Quien si no puede narrar la decadencia de un imperio supranacional, anclado en valores decimonónicos, con familias como los Trotta, que junto con el emperador de Solferino, ejemplifican la perfecta simbiosis de la patria y la familia.
Quien si no puede mostrar la abigarrada mezcolanza de naciones, lenguas y pueblos tan ajenos entre ellos pero unidos por la suprema prefectura de un emperador hijo de una dinastía hegemónica y de una confesión universal.
Quien si no puede mandar al heredero de una familia al más recóndito paraje de una aldea ucraniana poblada de eslavos, que nada tienen que ver con los austríacos, pero cuyo escudo bicéfalo se exhibe “como una amenaza, o como una protección, o ambas cosas a un tiempo”.
Quien si no puede narrar la decadencia y desintegración tanto de un imperio como de una familia que tiene su razón de ser en el servicio funcionarial y militar a un emperador, perfecto sosías del fundador de la dinastía de los Trotta, y a unas reglas de honor perpretadas con la más pura indiferencia social
Quien si no puede recrear la decrepitud de un espacio político, mental y familiar que es devorado y triturado posteriormente, y esto no sale en la novela, por el nacionalismo más radical y abismal
Quien si no puede declamar el canto del cisne de una supranacionalidad universal que no conoce distinciones entre naciones ni nacionalismos; quien si no, como digo, puede retratar esto mejor, que un escritor judío.
Novela Universal.
3 dUTC mayo dUTC 2008 a las 8:02 am
Pero claro, Nando, qué bien has sabido verlo: fueron tantos los judíos de talento que disfrutaron en el imperio austro-húngaro de un entorno propicio e hicieron de él, sobre todo de su capital, Viena, un verdadero hogar (tema sobremanera sensible para un pueblo como el judío). Cómo olvidar a toda una pléyade de creadores y pensadores de origen judío que contribuyeron de modo decisivo a hacer de dicha ciudad, en las primeras décadas del siglo pasado, una de las capitales culturales de Europa: Freud, Arnold Schönberg, A. Schnitzler, Stefan Zweig, G. Mahler, Franz Werfel, Karl Krauss, Alfred Adler y un largo etcétera. No pocos de entre estos grandes nombres llegaron a sentirse mucho más austríacos que judíos. El propio Roth prescindió de su primer nombre de pila, Moses, ansioso por asimilarse a la sociedad vienesa –por otro lado, aunque no era observante, nunca abandonó la religión de sus antepasados-. Habida cuenta de esto, Roth y los demás, beneficiarios de un sistema de relativa apertura y tolerancia como el del imperio, debían sufrir acaso como nadie la desintegración del mismo, esto es, la caída de un régimen plurinacional y cosmopolita (despótico y todo, según corresponde a un imperio). Es cierto que Joseph Roth, como Zweig y otros de sus congéneres que testimoniaron su afecto por el país, tenía razones sobradas para resentirse de su decadencia, y que la suya era una posición de privilegio si de declamar su canto del cisne se trataba, como muy bien has señalado: debido precisamente a su condición de judío, no a pesar de ella. Muy buen punto, Nando.
También has dado con otro elemento crucial para la comprensión tanto del fenómeno histórico y político que fuera el régimen austro-húngaro, como de uno de los motivos que subyacen a la trama novelística –acaso el motivo principal-. No otro que el del peculiar supranacionalismo de este imperio, menos avasallador que otros (casos emblemáticos, los imperios turco y ruso) de las diferencias culturales existentes entre las naciones subordinadas al poder central. Acaso su misma inmensa heterogeneidad étnica y cultural, en concatenación con el hecho de que el núcleo austríaco careciese de una superioridad aplastante respecto de las demás nacionalidades (en términos demográficos, por ejemplo), explique en buena medida su cariz moderadamente benéfico y conciliador.
En fin, el tuyo ha sido un gran aporte, Nando. Muy buen complemento (también oportuna rectificación) para una reseña que, en verdad, de brillante tiene muy poco. Gracias.
Saludos.
3 dUTC mayo dUTC 2008 a las 10:09 am
Cuando aparece Nando las clava, desde luego. Da gusto tanto la reseña como los dos comentarios. Habrá que leer la novela, porque me siento bastante identificado con los gustos de los dos.
3 dUTC mayo dUTC 2008 a las 15:52 pm
Enhorabuena Rodrigo: una reseña francamente excelente, una elección de tema y autor excelentes, también, y un magnífico primer comentario (¡Enhorabuena, Nando!). Afortunadamente y he leído esta obra y otras muchas de este autor, y digo afortunadamente porque en caso contrario, ya estaría corriendo a la librería para hacerme con ella. Ja ja ja ja…!pero la tengo, y a buen recaudo, ya leída. Y por supuesto, comparto toooodo lo que ambos decís de ella. Y si alguien se puede hacer con alguna otra de las editadas por Acantilado, por ejemplo, La cripta de de los Capuchinos, o Hotel Savoy, Confesiones de un asesino…etc, también son recomendables, aunque, claro, La Marcha Radetzski es un clásico y su obra más importante y la que le hizo más conocido.
¡Adelante, y a leerla, legiones, cohortes, falanges macedónicas y otros ejércitos hislibreños!
3 dUTC mayo dUTC 2008 a las 18:06 pm
Bueno, sí, la novela es excelente, Ariodante y Javi.
Un honor compartir gustos con Uds.
Ya que la mencionas, Ario, ¡qué buen trabajo hace El Acantilado, rescatando literatura de la Europa centro-oriental! (Esto, en el foro, iría en letra pequeñita: … ¡Y qué manera de devorarle a uno la billetera! Ya podrían bajar los precios, los de la editorial.)
Saludos.
4 dUTC mayo dUTC 2008 a las 1:29 am
El comentario crítico, extraordinario. La novela (mi edición es la de Edhasa en tapa dura, de hace muchos años) es melancólica y maravillosa. Nadie como Joseph Roth supo contar el ocaso del imperio y la nostalgia de los hijos perdidos en busca de la sombra paterna del viejo y último emperador. Recomendable leer a continuaciòn “La cripta de los capuchinos”, que prolonga y amplía el tema. Un saludo, gracias y enhorabuena.
4 dUTC mayo dUTC 2008 a las 14:54 pm
Cierto, Eva, La Cripta es una buena continuación. Y otro autor coetáneo de Roth que yo, en mi ignorancia acabo de descubrir, es Sandor Marai, cuyo libro “El ultimo encuentro” leí hace un par de semanas y me impresionó profundamente. En Larevelación podeis leer la reseña (modestamente, firmada por mi…).
Acantilado, Rodrigo, es una magnífica editorial pero, claro hay que pagar…Aunque si te sirve de consuelo, hay otras editoriales que cobran lo mismo y lo que te ofrecen es peor: mala presentacón, tapas blandengues, y no tan buenos textos. ¡No se puede tener todo a la vez!
4 dUTC mayo dUTC 2008 a las 20:42 pm
Hay un grupo de escritores que yo llamo austrohúngaros, que me gustan mucho, y entre todos reflejan muy bien lo que fue el desmembramiento del imperio y el período de entreguerras que desembocó en el nazismo, y a todos los une ese aire melancólico de fin de época: Zweig, Roth, Schnitzler, Marai. Si a alguien le interesan puedo relacionar algunos nombres más y títulos que quizá podrían ser útiles. Saludos.
4 dUTC mayo dUTC 2008 a las 20:47 pm
Todos esos escritores que comentas, Eva, son santos de mi devoción esde hace tiempo, aunque a Marai acabo de incorporarlo al santoral. Sólo he leído una obra suya pero me he comprado su autobiografía (“Tierra, tierra”) y estoy dispuesta a empezar a leerla en seguida.
Pero como cuanto más sé de ellos más reconozco mi ignorancia, agradeceré toda la información que me puedas pasar.
6 dUTC mayo dUTC 2008 a las 13:19 pm
Del autor también se puede destacar los libros que escribió el 2004: Hotel Savoy o Confesión de un asesino.
6 dUTC mayo dUTC 2008 a las 14:40 pm
Si, Japego, creo que ya los he citado yo más ariba…he leído ambos y me han gustado, sobre todo el de Confesiones de un asesino.
9 dUTC octubre dUTC 2008 a las 22:27 pm
Edhasa ha sacado una preciosa edición de esta novela, en tapas duras, tamaño bolsillo y con sobrecubierta. Muy buen papel. El precio es verdaderamente módico.
Saludos.
10 dUTC octubre dUTC 2008 a las 13:43 pm
Diez mortadelos, sino me equivoco.
17 dUTC febrero dUTC 2009 a las 16:34 pm
hablas de sando-marai te recomiendo que leas la mujer justa y tanbien de joset roth la rebelión es una novela maravillosa
5 dUTC octubre dUTC 2009 a las 16:45 pm
Hola, he encontrado esta pagina por casualidad, ya que estoy leyendo el libro y buscando cosas sobre Radetzky he dado con vosotros.
Me han gustado todos vuestros comentarios, la reseña muy buena aunque algo dura y demasiada información de lo que se cuece dentro, pero buena.
Afortunadamente veo que no soy el único en haber descubierto el placer de la literatura centro-europea pero tras descubrir Sandor Marai y devorar sus obras…(por cierto también su última novela editada `Los Rebeldes´es otra maravilla) he descubierto Magda Szabó, Zweig, Szerb…y Joseph Roth del que estoy disfrutando mucho. Tienen todos ellos una manera original, al menos visto desde un lado latino Mediterráneo, de describir el entorno y el suceso del momento. Roth además tiene una facilidad enorme para encadenar acontecimientos en los que realmente no ocurre nada excepcional pero te mantiene el interés haciendote creer que algo importante va a ocurrir o como si fuese constantemente a revelar la trama de la historia en ese preciso instante, esto tambien me hace recordar el ingenio de Sandor Marai en `El Ultimo encuentro´.
La versión que estoy leyendo es la Edhasa de tapa dura, con unas medidas muy cómodas…pero no sé el precio, puesto que es de una biblioteca. No sé en otras partes de España pero aquí en Barcelona, tanto el servicio de bibliotecas como la selección me parece estupenda. También he de decir que compro libros, no tantos com compraba pero compro, es imposible entrar en librerias entrañables y salir sin un libro, por Sant Jordi, el Mercat de Sant Antoni los domingos, o las nuevas librerias Bertrand, FNAC, La Central…por eso creo que para los que no nos sobra el dinero, está muy bien alternar las bibliotecas…no creeis ?
En fin voy a tomar nota de los otros escritores que habeis comentado y a seguir ojeando esta página web a ver que mas sorpresas ofrece.
Espero encontrar alguna información sobre libros de historia con algo de calidad, tipo Sinuhé, el Muchacho Persa, Memorias de Adriano…agradecería que me informaseis…
Un saludo a todos y muchas gracias !
5 dUTC octubre dUTC 2009 a las 17:08 pm
Bienvenido, Mateo. Si te fijas a la derecha de la página tienes una opción que es Listado de reseñas, ahí tienes información sobre los libros que te interesan.
Curiosamente, para mí, Roth es el menos interesante de ese grupo de escritores centroeuropeos. En una primera lectura, de cualquiera de sus libros, resulta muy interesante, pero tiende a repetir la temática y ya no consigue engancharme con otras. Me parecén mucho más interesantes Marai o Zweig.
7 dUTC octubre dUTC 2009 a las 13:03 pm
Hola Juanrio,
Gracias !
Todavía no sé si es el menos interesante, solamente he leído `La Leyenda del Santo Bebedor´ y en estos momentos estoy leyendo `La Marcha Radetzky´ alternándolo con `Amok´de Zweig.
Seguramente que cambie de registro tras leer estos libros, pues ha sido un atracón de literatura centroeuropea, agradable pero atracón a fin de cuentas.
Así pues te haré caso y miraré las reseñas que teneis en este sitio web.
Saludos
16 dUTC noviembre dUTC 2009 a las 17:13 pm
Me interesa resaltar el estilo, la minuciosidad extrema en las descripciones
que tanto me han recordado a Marcel Proust.
En la primera mitad del libro, cuando el 2ºTrotta acompaña a su hijo, que debe dar el pésame al marido de su amante, puede leerse hasta lo no escrito. ¿Tiene algo que envidiar la descripción de la mano enguantada del padre de la mítica escena de la magdalena de “En busca del tiempo perdido?…….
31 dUTC diciembre dUTC 2009 a las 13:01 pm
[...] más que digno colofón para la que generalmente se considera como la obra maestra de Joseph Roth, La marcha Radetzky. Publicada originalmente en 1938, la novela refleja el aura sombría de la época en que fue [...]
3 dUTC enero dUTC 2011 a las 13:31 pm
[...] marcha Radetzky, una novela crepuscular que narra los últimos coletazos del imperio danubiano. Una magnífica reseña de la novela se publicó hace ya casi dos años en la magnífica bitácora Hislibris, pero quisiera volcar en [...]
30 dUTC enero dUTC 2011 a las 0:08 am
Con los comentarios que hacéis, está claro que hay que leerla. Me la acaba de recomendar una amiga, tras decirle que me fascinó “Budenbrooks”, de Thomas Man (que ya van 3 veces que la leo y me parece con diferencia lo mejor de ese autor, aunque nadie hable de ella), porque ando interesado en leer novelas que reflejen buenas sagas familiares por un proyecto que tengo. Agradeceré otros comentarios. Muchas gracias. José
30 dUTC enero dUTC 2011 a las 13:13 pm
Diría que ambos autores pertenecen a una misma familia estilística, José, así que no creo que haya dificultad alguna en pasar de Thomas Mann a Joseph Roth. Creo que te gustará La marcha Radetzky.
Saludos.
23 dUTC marzo dUTC 2011 a las 21:35 pm
ahhhhhh que buen actor
5 dUTC abril dUTC 2012 a las 20:08 pm
Feliz accidente -el haberlos encontrado en la navegación virtual- que me regala con vuestros atinados comentarios sobre Joseph Roth. Sólo quiero llamar la atención sobre la última linea de Nando al suscribir la condición de judío (a secas) de Roth. Para evitar un esencialismo étnico y recuperar su polifónica identidad cultural – es necesario subrayar aquí – que precisamente por su condición de judío “europeo” perteneciente a la intelligentsia de su tiempo, pudo transitar por esos mundos sobrepuestos de Europa central y las periferias del imperio austro-húngaro.
Pozdrowienia z Galicja Polski
Saludos desde la Galicia Polaca
10 dUTC abril dUTC 2012 a las 8:07 am
Pues para tí también un saludo desde la otra Galicia, la del finis terrae.
10 dUTC abril dUTC 2012 a las 12:15 pm
(Vaya. Se me había pasado este comentario.)
Muy buena opinión, Jorge.
Saludos.
14 dUTC abril dUTC 2012 a las 18:18 pm
Junto con “LA MARCHA RADETZKY”, quiero también comentar “LA CRIPTA DE LOS CAPUCHINOS” porque ambas podríamos decir que se complementan, analizando las mismas cuestiones desde diversos ángulos.
Joseph Roth, judío de lo que fue Galitzia en el Imperio Ausrtro Húngaro, nació en1894 y murió exiliado en París cuando Hitler llegó al poder.
Para suerte suya, no conoció La tragedia de la II Guerra Mundial ni el Holocáusto, auque lo inuyó, sin duda. Nadie como él para describirnos un mundo que se desmoronaba , el Mundo que destruyó la Gran Guerra. Pero no es que digamos sólo que el mundo europeo desapareció, con la desintegración del Imperio Austro Húngaro y la aparación de nuevas nacionalidades, sino el Mundo Interior, Vivencial, que sustentaba la forma de vivir de muchos europeos y que se fulminó.
Es lo que sucede en la familia Trotta, que el autor describe magistralmente en los dos libros.
Javier Solana comentaba en un artículo de prensa que “LA CRIPTA DE LOS CAPUCHINOS” le había hecho conocer como casi nada la esencia de Europa. La leí con fruición y después “LA MARCHA RADETZKY”. Supuse que una es continuación de la otra, pero no es así; pueden leerse independientemente. Ambas confluyen en la época: I Guerra Mundial, pero los protagonistas son dos chicos diferentes ( primos Trotta) y en diferentes escenarios de la Guerra, con Viena como punto de intersección.
En “LA MARCHA RADETZKY” son tres los Trotta: El primero, cohetaneo de Francisco José a quien salvó la vida en la batalla de Solferino (Independencia y unificación italiana) y que, a causa de ello, lo convierten en el “HÉROE DE SOLFERINO” , siendo acreedor de los favores del Emperador. El hijo, hombre convencional, que vive el orgullo de ser quie es. Llegaremos al nieto, verdadero protagonista y hastiado de este tipo de vida, pero con el peso de su apelido, cuyo padre le transmite como una losa . El padre es un hombre burócrata, incapaz de expresar sus sentimientos. Su hijo, que ansiaba otra vida muere en el frente en un hecho muy simple: Llevar agua a sus soldados. Debemos suponer que en su muerte hay sorpresa hastío, ¿liberación?…
Las descripciones minuciosas de pequeños gestos y detalles que hace Roth recuerdan a Proust. No se mencionan escenas truculentas, nada es explícito, pero el horror, el desencanto, el sisnsentido de vidas deshechas, el alcohol y el estrés postraumático están presentes.
En “LA CRIPTA DE LOS CAPUCHINOS” hay similitudes claras y sorprendentes con la obra anterior. En “LA MARCHA..” la figura impecable del padre (viudo) y en “LA CRIPTA..” la de la madre (viuda) parecen un mismo personaje. Ante ellos sus hijos se comportan igual. “Sí, papá”. “Sí, mama”. Nunca se atrven a brazarse. El hijo no contradice y el Padre – Madre protegen.
El cariño y abnegación se expresan colateralmente en ambas obras en la muerte del sirviente y el dolor en personas incapaces de expresar amor a sus hijos. En ambas novelas es conmovedor.
En “LA CRIPTA..” un hombre joven que ha visto desmoronarse su mundo y que se siente “EXTRATERRITORIAL ENTRE LOS VIVOS” ve, con sorpresa, que Viena, capital antaño de multitud de pueblos y costumbres (descritos magistralmente) es invadida por alemanes, los del III Reich (que “amaban a los perros – lobo, pero que odiaban a los judíos”).
El final es aún más triste que la muerte en la trinchera de su primo en “LA MARCHA RADETZKY”. El protagonista de “LA CRIPTA..” siente deseos de ir a esa cripta de los capuchinos, donde están enterrados los Emperadores Habsburgo. Quiere visitar a Francisco José, su Emperador y símbolo de su Mundo, un mundo que está dejando de existir. Dice, y este es el final del libro, que nos deja sumidos en una gran melancolía: “Y AHORA, ¡A DÓNDE PUEDO IR YO, UN TROTTA?.
La siguiente en página está en blanco. La considero la página del vacío, del exilio interior, la de la NADA.
Dos mágníficos libros, que ofrecen al lector varios motivos de reflexión: histórico, sociológico, psicológico, y sobre todo, pensar en el mundo que tenemos ahora y cómo hemos de cuidarlo , para que no se deshaga, para que no quedemos sin referencias ni apoyos, para que no se tamballee el sentido de nuestras vidas.
Alma
15 dUTC abril dUTC 2012 a las 4:10 am
Muy interesante tu aportación, Alma.
La cripta de los capuchinos también ha sido reseñada en este blog… ni por asomo con la sutileza de tus comentarios.
15 dUTC abril dUTC 2012 a las 9:41 am
Hola: Quiero aportar un nuevo comentario sobre una magnífica novela histórica. Desearía, además, que se publicaran puntos de vista sobre ella y su autor. me refiero a “AGOSTO 1914″ de ALEXANDER SOLJENITSIN.
Descubrí al autor cuando leí “UN DÍA EN LA VIDA DE IVÁN DENISOVICH (imprescindible). Lo considero, entre otras cosas un estupendo manual de autoayuda y autoestima. Descripción perfecta de estrategias de supervivencia a base de creatividad, sin perder nunca el Norte ni la Dignidad. El estilo del autor ( que tanto tuvo que sufrir en campos de trabajos forzados en tiempos de Estalin, que ni siquiera pudo recoger su Nobel y que vio su vida casi pulverizada por la injusticia) llama la ataención por su imparcialidad y su sentido de la Justicia y la Verdad.
“AGOSTO 1914″ es una de las 3 partes de una obra más amplia sobre la I Guerra Mundial.
En principio no la publicó, no podía, dadas las circunstancias políticas de Rusia en la época más dura. La escondió, pero su secretaria fue torturada por esta cusa y ello la llevó al suicidio. Soljenitsin decidió como homenaje y pago de deuda moral por todos los que habían sufrido injustamente autopublicarla, casi pasándola de mano en mano.
Soljenitsin repito sufrió el castigo de los “CAMPOS” y si sobrevivió fue gracias a sus conocimientos científicos: Era físico, lo que le permitió estar en las oficinas. No quiero desviarme, pero hay que leer “ARCHIPIÉLAGO GULAG”.
“AGOSTO 1914″ 1ª novela de la trilogía antes mencionada es, sin duda, una novela tolstoiana. Nos recuerda por su minuciosidad y documentación “GUERRA Y PAZ”. En esta se narra el enfrentamiento de Rusia contra Alemania en la Prusia Oriental, con resultados catastróficos para Rusia.
Soljenitsin nunca es explícito respecto a escenas de horror y sangre. A él le interesan la verdad de los hechos, el análisis detallado de las causas de la derrota,el esclarecimiento de los hechos, aunque duela.
El hilo conductor de este análisis lo encarna el inteligentísimo coronel Vorotintsev. Desde los primeros capítulos, y a través de él, sabemos, que los inmensos movimientos de tropas rusas en la Prusia Oriental están llamados al fracaso, lo que supone la muerte de miles de soldaos, que luchan por su “amado zar”. El análisis revela que, frente a las nuevas técnicas de guerra, que ya dominan los alemanes , los rusos funcionan con el “sistema napoleónico” y desorganizados. Entrecomillaré la “sentencia” de Vorosisntev en su informe sobre la derrota:
“Falta de preparación para entrar en combate.
Lanzar tropas por partes y sin preparación.
Ser incapaces de dirigir unidades maores que un regimiento”.
Vorosintev puso las cartas boca arriba y reivindicó dos protagonistas: El pobre “soldado ruso”, carne de cañón y el General Sansónov, que fue tomado como cabeza de turco, desobedecido y podríamos decir traicionado, y que no pudiéndo resistir la derrota se suicidó.
Todos los hechos se desarrollan en tres días y sin embargo la obra es de 800 pág.
Aunque tolstoina por los detalles bélicos, hay que decir que Soljenitsin no está de acuerdo con el análisis final que Tolstoi hace sobre los resultados de una guerra. Para aquel las circunstancias actúan como fuerza fatal y suelen determinar los hechos. para Soljenitsin el asunto clave(que analiza profusamente) está en la inteligencia estratégica de los responsables de planificar. Una partida de ajedrez bien jugada (Como la que jugó Anibal en Cannas).
Dadas las circunstancias de publicación de este libro y sabiendo lo próximas que están estas terribles desgracias de las Guerras Mundiales, consideré casi un deber moral leer el libro. He recibido con su lectura: Valiosísima información, lección de Literatura y de principios éticos , como los que la vida de Soljenitsin nos manifiesta: No se calló la verdad, sufrió enormemente por ello y no recogió un premio, que cualquier escritor anhela por temor a no poder volver al país – Rusia – que tanto amó
15 dUTC abril dUTC 2012 a las 22:31 pm
Muchas gracias, Alma, por tus comentarios. Qué gusto encontrarse con personas que aman la literatura. Leeré en cuanto pueda “Agosto 1914″. Desde donde escribes? Yo desde Segovia. Un saludo
josé
7 dUTC junio dUTC 2012 a las 9:28 am
Boris PasternaK. “ELDOCTOR ZHIVAGO”
!Santo cielo, qué difícil es acertar en el comentario de esta novela!: Díficil y fácil a la vez, porque es mágnifica, la entiendes, pero sientes que alguna sutileza se escapa.
Con letra pequeña son 800 páginas, a las que no sobra ni una coma. De ellas sobresalen 2, que son un verdadero descubrimiento; aunque sólo fuera por ellas, las 800 páginas merecerían la pena. Yo invito a quien no haya leído la obra, a que las encuentre y las saboree. Es como el placer de los alpinistas al llegar a cumbres difíciles, dolorosas, arriesgadas, en las que tan sólo estarán unos minutos. !Pero qué minutos!: dan sentido a toda una vida.
Esas dos páginas, que corresponden a los pensamientos de Lara -protagonista- son de oro: En una explica la psicología de su esposo, revolucionario, y el porqué de sus actos y la otra es una sencilla pero sublime descripción del amor, puro, libre, natural.
Pero, volviendo al símil de la montaña, el camino de llegada no desmerece y TODO, sin excepción merece la pena, página a página. No es la historia de amor de los protagonistas lo único ni lo más importante (pese a la fama de la película), sino contemplar cómo se desgrana la condición humana, el horror de la guerra y lo peor: el adoctrinamiento. Observamos la blancura impoluta del invierno ruso, que nos llega a horrorizar, la tragedia que parece perseguir a todos, pero también, en medio de lo detestable, surgen como ramilletes el idealismo de Zhivago y el canto a la libertad.
Todo ello de forma no explícita; casi todo es sugerido, nada es obvio, el autor nos presupone inteligentes y sensibles. Por eso, a pesar de ser un libro muy triste, agradecemos a Pasternak que la Humanidad (“Homo homini lupus”) quede salvada gracias a dos o tres personas.
También agradecemos que nos constaten que no hay amores legítimos ni ilegítimos; hay amores. En la obra no entran en confrontación. Realmente Boris Pasternak, casi sin levantar la voz, de forma muy poética, puso el Mundo patas arriba y desprestigió lo peor de la revolución rusa.
Hubo de renunciar al premio Nobel y, aunque rehabilitado por Gorbachov, generaciones de cubanos , por ejemplo, jamás han oído ni mencionar a este autor, al igual que en otros países comunistas. Sólo internet lo está dando a conocer. Aun así, nosotros pasaremos, cambiaran los regimenes políticos, o no, El Mundo caminará hacia horizontes que nos son desconocidos, !quién sabe!. Pero Boris Pasternak, como otros antes que él, permanecerá eternamente allí donde habitanlos que lo merecieron. Ya lo dijo Jorge Manrique Alma
7 dUTC junio dUTC 2012 a las 17:18 pm
Leí hace poco la traducción directa del ruso por Marta Rebón, publicada por Galaxia Gutenberg, y la verdad es que las diferencias con la anterior traducción (del italiano) son menores. No es que resulte un descubrimiento.
La novela sigue gustándome pero ha perdido unos cuantos puntos en mi apreciación personal. Los pasajes en que los personajes se largan a filosofar, afortunadamente esporádicos, huelen a rancio. El tratamiento que el autor da a la historia de amor central, y a la de Lara y Pasha Antípov, resulta un tanto estridente (hay cosas que sólo se toleran en Dostoievski, si es que…). Ya en lo incidental, la relevancia de lo político en la novela se revela hoy en día muy escasa; solo un régimen desquiciado como el de la URSS podía ver en Doctor Jivago una amenaza a su integridad. (No hay que menospreciar el dato de que Pasternak era ante todo un poeta y un hombre con escasa conciencia de la realidad.) A favor, aspectos como el comedido lirismo de Pasternak y la estatura plenamente humana del protagonista, modelo de antihéroe, son de aquellos que se agradecen por siempre. También me gusta la estructura tan bien elaborada de los primeros capítulos, coral y antilineal, para nada confusa como algunos comentan. Seguro que en unos cuantos años más la volveré a leer.
7 dUTC junio dUTC 2012 a las 18:56 pm
Quiero resaltar una frase del comentario anterior, pero extrapolando a otras obras. Dices, Rodrigo que “Los pasajes en que los personajes se largan a filosofar, huelen a rancio…(hay cosas que sólo se toleran en Dostoisvski)”…
Has leído “BAJO LA MIRADA DE OCCIDENTE” de Joseph Conrad? La terminé ayer. Sin ninguna duda es una novela claramente dostoivskiana en donde, desde el principio, parece que estamos en presencia del protagonista de “CRIMEN Y CASTIGO”, pues Razumov es sin duda heredero directo de Raskolnikov. Paradigma del antihéroe conradiano, pero también dostoievskiano y siempre debatiendose entre la culpa y la expiación personal.
Novela ambientada en San Petersburgo prerrevolucionario en su primera parte (la mejor) y que tanto nos recuerda al autor ruso. Sin duda Conrad lo sabía y quiere alejarse de ello, por eso envía el protagonista a Suiza y su historia es contada por un narrador occidental (de ahí el título), que tiene acceso a la historia, con lo que introduciendo el recurso del relato dentro del relato, que le es tan querido, pretende objetividad ante el problema que alentó la Revoluciómn rusa.
No desvelaré el argumento, pero me pregunto: ¿Serán “rancios” los soliloquios inmensos e intensos del protagonista ante su difícil situación moral?… ¿Se los permitiremos a Dostoievski y no a Conrad y, en definitiva, dada la lejanía en el tiempo de los hechos, ya superados, ¿podemos considerarlos irrelevantes?. ¿Que hace que una novela pueda considerarse atemporal y por encima de las circunstancias particulares en que fue escrita?… Conrad desdeñaba a Dostoivski y le consideraba un personaje gesticulante y obseso ( “the grimacing, haunted creatura”), sin embargo “Bajo la mirada de Occidente” comparte sus gestos y obsesiones y no podemos por menos que compararlos. Más por supuesto que con Zhivago: ¿Quizá no se lo debiéramos tolerar?.
No hace mucho comenté “AGOSTO 1914″ DE Alexander Soljenitsin, magnífica novela, pero que sin duda nos recuerda a Tolstoi en “GUERRA Y PAZ”. Larguísimas las dos, analíticas hasta el detalle. Épocas: Napoleón y la Gran Guerra. !Cómo ha cambiado el Mundo!… O quizá no tanto. ¿Hemos cambiado tanto nosotros?. ¿Debemos permitirle más a Tolstoi que a Soljenitsin?… ¿O deberemos pensar que siguen siendo actuales los análisis de Tolstoi, Soljenitsin y los dilemas y angustias morales que plantean Dostoivski, Conrad, Pasternak y otros? Hay asuntos que no cambian… Pienso. Alma
7 dUTC junio dUTC 2012 a las 22:41 pm
No distorsionar lo que estoy señalando, Alma. Mi alusión a Dostoievski se relaciona –por afán de comparación- con lo estridente en el plano emocional, esto es, en la plasmación de sentimientos y de las relaciones afectivas entre los personajes de Doctor Jivago. En este caso, lo que en Dostoievski me parece coherente aunque no siempre soportable, en Pasternak me rechina en exceso.
Aparte. Los planteamientos del último en torno a problemas sociales están supeditados a las circunstancias históricas, y su alcance es muy limitado; a diferencia de otros novelistas, Pasternak no tenía pasta de pensador social o político. Además, su característica interpretación de la historia en clave mística me sabe a anticuada e irrelevante. Entonces sí, las digresiones reflexivas en Doctor Jivago huelen a rancio. En mi opinión.
La verdad es que no hallo mucho parecido entre el Razumov de Conrad y los héroes dostoievskianos, cuyo sello es el arrebato y la exaltación. En ellos alienta y los consume, hipersensibles como son, un impulso, una idea, una obsesión, e incluso cuando se trata de mera fuerza estéril y carente de sentido (véase Stavrogin) o de un temperamento angelical (el príncipe Mishkin), siempre parece que estuvieran a punto de arder, dichos personajes, y que su estado natural fuera la convulsión, el estremecimiento. Y siempre los mueve la pasión de la disconformidad –con el orden social o el orden sobrenatural, o lo que fuere-. Razumov es normalito, por así decir, y sus conflictos morales son los de un individuo corriente atrapado por la mala suerte. En su calidad de agente del zarismo, por demás accidental, apenas hay algo del arrebato dostoievskiano, y el personaje no tiene la fuerza alegórica que sí tiene Raskólnikov. (Con lo que no quiero decir que Conrad me parezca inferior –no diría esto de uno de mis autores favoritos-, sino diferente.)
9 dUTC junio dUTC 2012 a las 12:20 pm
No distorsionar tampoco lo que digo yo, Rodrigo. Cuando afirmo que Razumov es heredero de RasKolnikov y que la novela es dostoievskiana no estoy afirmando que Razumov sea el principe Mishkin ni ninguno de los “Hermanos Karamazov” ni tantos otros protagonistas del autor ruso, (ese que describe como nadie “las noches blancas” de San Petersburgo y que con tanto acierto fue estudiado por Stefan Zweig) . Me refiero básicamente a que la novela de Conrad parece del siglo XIX ruso y, aunque con menos fuerza, sin duda nos recuerda a Dostoievski. Su esilo (preciso, certero, con abundantes diálogos), sus temas (la bondad, el remordimiento, el valor expiatorio del amor y el sacrificio), su preocupación por definir el alma rusa ( que en el caso de Conrad es juzgada con dureza), el mesianismo, la brutalidad despiadada del Estado zarista, la corrupción en revolucionarios y represores.. Todo ello es lo que nos traslada a la literatura rusa del XIX y sobre todo a Dostoiesvski. Ello está analizado y hay bastante concordancia en más de un crítico literario. Por eso afirmaba que incluso Conrad lo sabía y quiso alejarse del patrón y, por eso, quizá, ya que el protagonista no llega nunca a tener la gran carga electrizante de los personajes de Dosroievski ( y sigo pensando en Raskolnikov), la novela no tuvo éxito alguno cuando apareció.
Que “Bajo la mirada de occidente” no impacte como “El corazón de las tinieblas” y pueda considerarse hermana menor de esa literatura rusa a la que me he referido, no quita que esté en la línea, aunque por supuesto no a la altura total. Yo también salvo las diferencias.
En cuanto a Zhivago, el criterio que expresas con palabras como “Irrelevante” me parecen maximalistas. la palabra “anticuada” me hace detenerme a pensar, aunque desde luego se utiliza peyorativamente. Desde luego ni todo gusta a todos, ni tiene el por qué. Yo discrepo, sobre todo de la palabra “rancio”, y más si se aplica a disgresiones reflexivas de alguien. Quizá utilizaría otra palabra. Pero por supuesto es mi opinión, con todas las limitaciones que conlleva y que asumo.
Lo bueno de estos foros, Rodrigo, es poder tener opiniones diferentes, incluso contrarias , pero poderlas exponer con respeto. No solo se enriquecen nuestras lecturas, sino también a nosotros.
Un saludo . Alma
9 dUTC junio dUTC 2012 a las 14:46 pm
Pienso que esa carga electrizante (excelente expresión) no la buscaba Conrad, muy dado a someter a sus personajes a situaciones extremas pero sin hacer de ellos unos energúmenos como los personajes emblemáticos de Dostoievski. Lo que cabe esperar de los caracteres conradianos es intensidad, más bien. Si acaso son más susceptibles que las personas corrientes a cuestiones como el honor y la culpa, pero resultan bastante próximos a la medianía. Cuando los anima un fuego interior -y la adversidad los supera-, prefieren consumirse y desaparecer, ocultarse de los ojos del mundo o sacrificarse en silencio, antes que estallar. La vergüenza es algo de lo que saben muy poco los personajes de Dostoievski.
Concuerdo contigo en que la novela de Conrad guarda relación con la literatura rusa, algo que por demás yo no desmentía. La asociación es inevitable, dados el tema y el contexto.
Y bueno, al impío positivista que llevo dentro se le dificulta usar términos menos vehementes que los de “irrelevante” y “anticuado”.
Saludos.
10 dUTC junio dUTC 2012 a las 9:26 am
Bastante más de acuerdo estoy contigo ahora, Rodrigo. Que Conrad quiera alejarse de Dostoievski, ya hemos comentado que es público y notorio (pero, !ay!, ¿quién es capaz de escapar de sus circunstancias, sobre todo al nacimiento e infancia?). Bien; hablar de los personajes de Conrad o de Dostoisvski daría para largas conversaciones. Además, no siempre el protagonismo absoluto lo tienen los personajes: A veces es el paisaje. !Cuánto nos dice la selva en el corazón de las tinieblas, o la nieve , el cielo blanquecino en la noche de San Petesburgo. Esos paisajes (naturales o urbanos) son también paisajes interiores, que transitan de la melancolía a la desesperación y sin que les abandone jamás la ansiedad, dentro de un envoltorio llamado SOLEDAD.
Pero cierto es y yo lo tengo claro: Conrad no es un apéndice de la literatura rusa; tiene su propia entidad, tan sólo me referí a ese extremo como ejemplo de mis deiscrepancias.
Te defines como “impío positivista” lo que influye en el análisis de tus lecturas. Dices que los personajes emblemáticos de Dostoisvski son “energumenos”, pero tú mismo en el comentario anterior hablas de Mishin (principe “idiota”) como de “temperamento angelical”. ¿Y qué decir del hijo del (aquí sí energúmeno) de Fiódor Pálovich Karamázov, Iván, intelectual frío y materialista o Aliosha, pasivo, místico, religioso?. También hay personajes femeninos ricos e interesantes que no debemos obviar (¿Natalia Filipovna, por ejemplo?)… Pienso que hay que tener cuidado con los calificativos que tienden a generalizar. Los autores buenos aunque destaquen un aspecto, que les es más atractivo, suelen no olvidar que la vida es como el arco iris, que necesita todos los colores para ser LUZ (y no quiero echarme a filosofar…??). Hay novelas de buenos y malos, ricos y pobres…etc, pero si son personajes simples resultan artificiales.
Pienso, y es totalmente mi opinión de la que se puede discrepar, que ningún autor de los que consideramos GRANDES, pinta sus personajes en Blanco y Negro. Saludos Alma
10 dUTC junio dUTC 2012 a las 14:27 pm
Ah puchas…
Alma, aquellos términos los aplicaba únicamente a los devaneos místicos de Pásternak. Nada más.
Salud.
12 dUTC junio dUTC 2012 a las 14:45 pm
Ignoro qué significa “Ah puchas”, però…
Salut i fins quan siga i vinga bé.
Alma